martes, 6 de enero de 2015

Llegó 2015 con su alegría, pero yo cumplo 35!!! horror!!!



Jamás pensé que la edad pudiera hacerme sentir insegura o pensativa, pero creo que llegó el año de la cuerda floja, llegaron los 35!.

Lo digo por que siento que antes de esa edad, con arrugas, canas o sin ellas, seguimos siendo divertidas, con temas de conversación relajantes, todavía nos lucen los escotes, el pelo largo, las uñas moradas, las Uggs y hasta unos buenos tragos... pero después de los 35, como que uno ya empieza a ser definitivamente una Señora y mostrar mucho o emborracharse hasta caer es de quinta!.

Todo veinteañero cree que la de 35 es un dinosaurio o que tiene cara de tia y nuestro entorno empieza a mutar hacía lo anciano. Dígame usted si lo que voy a enumerar no es cierto:


1. Gastamos cada vez más tiempo en lo doméstico:

Antes uno no le paraba tantas bolas a qué debía echar en el mercado, dónde sale más barato, qué plan de nutrición es más conveniente, cuanto se le debe pagar a una señora que nos ayude con el aseo, cómo economizar en servicios públicos, qué suavizante deja mejor olor en la ropa, si se deben comprar bombillos ahorradores o cómo evitar tanta mota en las medias, pero ahora sí!.

Lo que ayer no era una gran cagada como salir de la casa con los platos sucios entre el platero, ahora roba tranquilidad.

Usted se sienta a hablar con sus amigas, y salvo que la otra sea una soltera de esas muy chistosas, usted es capaz de hablar del Vanish Ropa Color o de lo que le pasó con la niñera. Atrás quedaron las buenas charlas de sexo y las confesiones bizarras, hoy nos interesa qué producto despercude bien los baños, invertimos plata en vajillas lindas, porcionamos la comida y sabemos qué es Cuisinart.


2. Comemos mejor pero engordamos más fácil:

No sé que carajos pasa, pero aunque leemos todo sobre comida sana, buscamos lo orgánico y dejamos el aguardiente, cualquier maricadita que nos altere nos engorda 5 kilos, y luego bájelos!.

Ya se nos ve muy mal almorzar con papas, chocorramo y yogurt, entonces nos volvimos expertas de la ensalada y el salmón con quinoa, pero apesar de ello, el gordito brassier sigué ahí de visita!.

Treintañera que se respete, muere con la acupuntura, el yoga, la mesoterapia, la cavitación, sexo tántrico; en secreto le apuntamos al herbalife y el botox nos tienta, y en ocasiones nada sirve para alcanzar a estar bien en vacaciones, entonces optamos por la foto con las piernas recogidas para ocultar panza.

A los 20 nos deleitábamos frescas con chitos, trocipollos, un pedazo de pizza de Fru-Fru, grasoso y grande más gaseosa e intactas!; ahora, eso mismo nos ocasionaría primero una gastritis insufrible y después toda la celulitis de Bogotá!.


3. Nos obsesionamos con el ejercicio:

Antes, el ejercicio era una opción loca de los muy centrados y juiciosos porque para la inmensa mayoría, era mejor el alcohol!!!, pero ahora, hacer cualquier deporte hasta sentirnos culpables si no lo hacemos, nos obsesiona casi a todos los mayores de 34, hombres o mujeres. Sobre todo, he visto que amamos correr por las vías como bobitos, no sé por qué ni hacía donde, pero está aburridamente de moda los 18mil maratones nacionales y hasta los internacionales.

Nunca nos había importado tener músculos y de un momento a otro, esperamos tener todo firme y tonificado. Lo paradójico del asunto, es que nos volvemos muy fit pero despues de ochenta mil kilómetros de distancia recorrida, nos vemos demacrados, más viejos y ojerosos!!.

Todos nos tomámos fotos con la medalla en la mano, el no agradable sudor en la frente, pantaloneta y el orgullo de saber que combatimos los años con el deporte, pero lo que no nos damos cuenta es que con más cachetes y menos rojos en la foto, nos veríamos más lindos!!!.

Nos cuesta admitir en el caso de las niñas, que por más esfuerzo físico que hagamos, ya no se nos alargan las piernas y JAMÁS tendremos ese par de postes que Dios injustamente les regaló a la nacidas en 1995 en adelante. No! nosotras dejamos el alma en un gimnasio y seguimos en el promedio currutaquito colombiano.

Cuando correr no es lo nuestro, nos volvemos ciclistas empedernidos y en vez de comprar el reloj casi tamagotchi que mide las calorias de tu respiración y de bajar apps que midan el total de pasos por día, deliramos con piñones, cadenas,  manubrios, el casco y demás cosas de nuestra monareta.

Para los de 30 y más, Patios es el lugar más chévere y anhelado de la comarca!.

Los menores deben reirse de nuestros posteos en redes sociales porque mientras ellos bailan y se divierten con el mismo peso y las mismas estrias, nosotros vamos dejando nuestro ritmo cardiaco por ahí en cada esquina, creyéndonos discípulos de Nairo.


4. Ya nos somos las condesas de la fiesta y nuestros gustos son como raros:

Empezamos a reunirnos siempre con los mismos y las mismas, por lo general a comer cosas más gourmet y nos regalamos botellas de vino en cada visita. Eventualmente incluimos a los esposos de las ya amigas y los nuevos escenarios para conocer gente son: el jardín de los niños, el gym o la oficina. Nada más!.

Hasta nuestra amiga más cool y divina (en mi caso la enana), nos da consejos de cómo aprender a ser amiga de las mamás en 7 pasos!!!.

Vemos más noticieros, nos reimos con la Luciérnaga, llegamos a leer El Tiempo o El Espectador en los primeros 10 minutos de trabajo y nos apasionan las conversaciones de política, así sea para discutir.

No sabemos que en MTV ya no se pasan videos, nos inscribimos en grupos de oración, comentamos sobre House of Cards y Orange is the New Black, ayudamos al prójimo por iniciativa propia, queremos jugar bolos en el Club y amamos los picnics.

Si somos mamás, nuestra diversión está además condicionada a los hijos. Nos aprendemos los nombres de los muñequitos, hacemos muecas con el bebito para una selfie, lo máximo son los parques, hacemos fila para entrar a restaurantes con selvas o piscina de bolas y les regalamos nuestro IPAD a los chinitos por que ya ni sabemos qué es la envidia.

Si no somos mamás, empezamos a estar 24 horas a la defensiva y al primero que nos pregunta si salimos con alguien o nos hacen un chiste sobre la maternidad, le lanzamos nuestro veneno diciéndoles que no todas las mujeres fueron hechas para ser madres, que somos felices como estamos y que odiamos a la maldita sociedad que nos quiere discriminar si no tenemos un niño (aunque a nadie le importa en realidad si somos mamás o no). 

Se nos olvidó hacer nuevos contactos de manera espontánea, ya casí no sonreimos indiscriminadamente por la calle,  no somos capaces de coquetear con un desconocido por que enseguida creemos que nos va a robar, descubrimos la espiritualidad de la noche a la mañana, ya no tenemos parche de rumba, ahorramos para conocer Oriente y el Tinder nos parece la aventura más emocionante y riesgosa del momento.


5. Aunque lo negemos, siempre nos da guayabo:

Esos días en que tomábamos como desquiciadas y llegábamos perfecticas a clase de 7:00 a.m. son sólo un bello recuerdo. A éstas alturas, no resistimos 2 martinis completos, ni capamos guayabo!.

Después de una rumba buena, lo cual pasa por ahí unas 4 veces al año ( y eso!); se viene la peor resaca de la historía de la humanidad. Duele la cabeza, se nos inflama el colon, nos da reflujo, nos alborota la hipoglicemia y nos apocamos hasta sentirnos miserables. Pensar en salir al día siguiente se convierte en hazaña merecedora de premios y resistir un llanto infantil, casi una tortura medieval.


Entonces, los 35 años niñas, aunque uno crea que se rie y no salen arrugas, si están ahí presentes para decirnos que empezamos nuestra carrera de señoras, hacía la calvicie, las patas de gallina, el reumatismo, la gota, los bailes de salón, las excusiones a Orlando... hacía la ancianidad... lo cual, es inevitablemente triste!!!!!!!!!!!!!!


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