martes, 7 de abril de 2015

USTED Y YO CONTRIBUIMOS A QUE ESTE PAÍS SEA UNA MIERDA!



 Escritores, periodistas y muchos de nosotros salimos diariamente a quejarnos del Presidente, del Alcalde, de los Congresistas, de los Magistrados, del Fiscal, de la Policía, de la mesa de negociación de paz, del Ejército, de las Guerrillas y de los demás ciudadanos, pero casi nunca, por no decir NUNCA, nos detenemos a pensar que si éste país está hecho polvo, en nosotros recae también la responsabilidad.

Aunque duela y suene odioso, los colombianos somos  una colectividad con constante inclinación hacía lo errático, no razonable y hasta delincuencial, bien de forma activa o bien de forma permisiva; pero eso sí, nos encanta quejarnos, compadecernos y echar puyas a unos y otros sin realmente contribuir a terminar los problemas que nacen de nosotros mismos.

Por ejemplo, no felicito de manera alguna a la administración de Bogotá pero tampoco podemos achacarle toda la culpa del caos en que vivimos los Bogotanos. Petro no nos obliga a tomar las calles en contravía si tenemos afán. Petro no nos insita a parquear en una autopista o calle doble vía ignorando la señal de prohibición. Petro no nos enseña a no pagar el pasaje de transmilenio o a llevarnos las alcantarillas. Petro no nos sugiere cobrarle el doble a un gringo. El alcalde y su gabinete no nos ofrece cursos rápidos para aprender o mejorar el robo callejero aunque sí nos diga que nos demos papaya.

Perdón pero los animales somos nosotros!. Aunque nos repiten a diario, unas 10 veces en la mañana y otras 10 veces en la noche que no manejemos embriagados, siempre hay un héroe que se enorgullece de salir a conducir absolutamente borracho y seguro tiene un amigo o una novia que se lo aplaude. Nos piden que porfavor no sigamos comprando celulares robados y nos fascina ir al centro a buscar rebajas a sabiendas de lo que estamos comprando. Nos recomiendan no usar pólvora durante las fiestas y amamos poner a los niños a prender voladores; nos solicitan mantener el civismo pero cualquier cosa es razón o motivo para coger a pata las puertas de transmilenio!.

Si se reciben vueltas de más, no se devuelven; si cobran de menos, se guarda silencio. Siempre se busca el quiebre de las nuevas normas, nos desquitamos con ácido que sólo desfigura la cara, el reciclaje nos parece un cuentico extraño, nos mandamos a matar incluso entre familiares, echamos madres si nos ponen partes o nos lleva la grúa, siempre tenemos un billete listo para sobornar, compramos libros piratas y si nadie nos ve, botamos el papel a la calle o parqueamos en el lugar de discapacitados.

Eso no es culpa de Santos!, eso no es culpa del Polo Democrático! eso no es culpa de Pretelt!. Eso es salvajada pura y penosa, que nosotros mismos creamos, agrandamos pero sobre todo, que PERMITIMOS!.

Nos acostumbramos a votar por quien nos repite el discurso gastado de ira contra los ricos y tristeza falsa para los pobres; o por otra parte, simplemente no votamos. Le abrimos la puerta a la táctica de fortalecer los resentimientos y agrandar las brechas entre los menos favorecidos y la clase alta. Por eso cada vez hay más pobreza y más acumulación de riquezas.

Acá, los odios crecen de forma alarmante y la ira estalla en cuestión de segundos, como si todos llevarámos una bomba por detonar en nuestro bolsillo.

Los pobres lo justifican todo a partir de la falta de dinero. Entonces, es como si ser pobre fuera sinónimo de permisión para delinquir por que como no se tuvo oportunidad de estudio, jamás se aprendió a identificar que está mal y que está bien. Pero así me critiquen muchos, no es necesario una maestria para entender que está muy mal vender drogas, robar, matar, abusar sexualmente, golpear y propiciar actos bandálicos. Hay muchos cupos en colegios públicos que las autoridades anuncian que no se usan y muchas las personas que por su propia voluntad deciden ser parte de una pandilla antes que trabajar por que el ejemplo ha sido que Pablo Escobar es un ídolo de revistas, novelas, series y películas y por tanto delinquir SI paga.

A todos nos alegra decir que James Rodríguez salió de un barrio popular de Ibagué, que Nairo Quintana es de origen campesino, que Catherine Ibarguen entrenaba descalza, y entonces por qué ellos pudieron y muchos otros no?. Por qué para ellos la delincuencia no fue la opción?, por que la pobreza no les sirvió de excusa?. Hay miles de ciudadanos que prefieren trabajar con basuras, lavar baños públicos, acabarse las manos con picas y palas, caminar las calles con termos de tinto y agua aromática, o subir y bajar buses con caramelos, antes de elegir la criminalidad.
Hay millones de colombianos que dignifican cualquier oficio por dificil o peligroso que sea, para mantener su honra y ser buen ejemplo para sus familias, antes que escudarse en la dificultad de la pobreza para convertirse en delicuentes. Entonces, por qué seguimos tolerando de muchos otros que la pobreza explique la maldad?.

Es cierto que el hambre puede obligar a robar, pero tomarse el tiempo de crear cursos on line para ser un buen sicario o convocar a coger a piedra las estaciones de nuestro propio sistema de transporte no es un tema de hambre! es un tema de malos hígados!
  
Ahora, también es verdad que no contamos con buenos ejemplos para seguir y que los resentimientos se agudizan al ver que nuestros más altos dirigentes, los de mejores familias  y grandes post-grados en el exterior, son los maestros del hampa y los más favorecidos con la trampa. Es feo todo lo que escribo, pero es cierto que las mejores familias de Colombia son las artífices de los grandes modelos de corrupción y así paguen 2 añitos de carcel, siguen sus ilustres vidas con las cuentas bancarias llenas del dinero que hemos tributado durante décadas y que ellos se apropian de lo más campante. Eso también es de malos hígados, y creo que además, de malos corazones, por que estos personajes si van a Harvard y aún así, prefieren robar que aportar a su comunidad.

De otra parte, están también en los más favorecidos, el grupo de profesionales ultra meritorios y capaces,  que acumulan una serie magnífica de conocimientos, de los mejores colegios nacionales, las mejores universidades del exterior, viven en países desarrollados, pocas veces visitan nuestro territorio y aman criticar el sistema desde donde están. No generan empleos para los desempleados a los que defienden; no pagan tributos para mejorar la red vial que no entienden, no realizan aportes a salud o la seguridad que piden en facebook, no contribuyen con ONGS locales a las que protegen o impulsan, no sufren la zozobra diaria de nuestras ciudades, pero sí, leyendo El Tiempo o El Espectador, creen que tienen la facultad de tildarnos a los que resistimos acá, de perdedores, dementes o ignorantes.

Estamos algo contaminados de sensasiones negativas que exaltamos, pero trasladamos sus resultados a quienes nos dirigen y no el 100% de esa responsabilidad debe ser del capitán sino que también incumbe a los marineros. Esto es que Santos nos hunde en la mentira y confunde con mermelada y paz, pero no es algo distinto a la deslealtad que todos tenemos con nuestro Estado y nuestra gente. Nos falta sentir a Colombia como propia aunque no esté jugando la selección. Nos falta entender que si uno la embarra muy fuerte, tiene repercusiones en los demás. Nos falta compromiso con la tierra que nos sostiene, no solo para enorgullecernos del ajiaco sino para aportar a nuestro desarrollo.

No digo que yo sea una ciudadana perfecta a seguir, también lastimosamente me dejo llevar de la furia salvaje del tráfico capitalino, grito, puteo, alguna vez me saqué un chicle del Carulla sin pagar y también manejé borracha (mal!); sí,  he sido la cagada y quizá no tenga autoridad moral para escribir lo que escribo,  pero soy ahora una mamá que le apostó a crear una empresa en Colombia, que tributa, que genera empleo, que clasifica su basura, hace filas, aporto cada vez que puedo a proyectos de cooperación social, cotizo a seguridad social, hago trabajos pro-bono, rechazo clientes con rabo de paja y me atrevo a opinar que el error de este país y del Colombiano está en la espantosa doble moral que lleva a Juan Manuel Santos a decir en su segundo periodo que la Ley de Garantías sólo aportó al tema de la reelección y debe desaparecer, a que el Ex-presidente Samper siga por ahí tranquilo en grandes cargos; que todos jueguen al amiguismo para obtener contratos haciéndose los pendejos; a que siempre queramos pagarle al policía de tránsito para salvarnos; a que no sepamos dónde se esconde Uribito; a que el proceso 8mil sea ahora un chiste; a que un violador y asesino masivo de niños pueda recobrar la libertad y a que el jóven siga sentado mientras la embarazada va de pie.

Nos falta una sincera y férrea lealtad por un país que muchas veces detestamos pero que nos parecerá increible apenas empiece la Copa América.

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