jueves, 20 de agosto de 2015

POR QUÉ UN NIÑO COLOMBIANO DEBE DECIR GRACIAS Y POR FAVOR



Los colombianos somos por naturaleza una sociedad compleja, con matices raros y contundentes. Nos hemos autoachacado la fama de comunidad amable, amistosa, querida, jovial, que acoge a los extranjeros, con el castellano más pulido de latinoamérica y muy bien educada; pero, en la vida real, somos así?

La verdad de las cosas es que se nos ha perdido la sonrisa y la amabilidad de otros tiempos. Particularmente los Bogotanos,  en medio del caos capitalino y sin distinciones de género, nos volvimos expertos en insulto callejero a grito limpio, bien desde el carro o bien desde la calle, con o sin groserías; reacción agresiva inmediata, tengamos o no razón; careculismo crónico tanto en la mañana como en la noche; quejadera habitual, porque sí, porque no y porque también; barbarie repentina desbordada, contra el prójimo, contra los animales, las estaciones de transmilenio o contra los auxiliares  de policía; Desconfianza máxima, porque a casi todos le vemos pinta de ladrón; y amor por la grabación y posteo de insucesos en taxis; pero amables muy amables, no me parece que seamos.

En medio de ese comportamiento frío y algo demente, he detectado que en Bogotá ha disminuido el uso de las denominadas ¨Palabras Mágicas¨: Por Favor, Gracias, Permiso y Disculpas, que por lo menos para mí, son fundamentales.

Haga el ejercicio de analizar por todo un día a la gente y se dará cuenta que son muchos los que reciben sus productos en una tienda o café, pagan y no dicen nada de nada, si acaso miran! Piden servilletas, tapas, azúcar, mezcladores y demás, sin la delicadeza de un por favor. Pasan y si no caben, no se les ocurre pedir permiso sino que prefieren pegar con el hombro, con el paraguas o con el morral gigantón que aman llevar de lunes a viernes, para abrirse espacio y casi nunca piden excusas por el golpe. Quieren entrar a un ascensor y les importa un carajo el cuento de dar prioridad a ciertas personas por que si ven 10 cms libres, se meten y empujan hasta caber, sin importar si con la cremallera de su chaqueta le chuzan el ojo al bebé que va cargando una mamá con 6 meses de embarazo; si van en bicicleta y los peatones nos cruzamos sin querer, nos chiflan en el oído como arriando ganado, y si van en moto y uno está cruzando la calle, presionan el acelerador para angustiarnos con el sonido y luego reírse.

Lo más impresionante es que los padres desde nuestro egocentrismo, hemos prolongado y alimentado esos feos hábitos en los niños. Rara vez me topo con chiquitos que recuerden hacer sus solicitudes pidiendo el favor o permiso, y mucho menos, pequeñitos que entiendan con tranquilidad que el mundo no gira a su alrededor. La costumbre de la mayoría de nuestros niños es exigir lo que desean, sin mayores reparos: ¨dame tal cosa!¨, ¨quiero ir a tal lado¨, ¨cómprame ésto¨. 

Los papás nos hemos centrado en hacer todo lo que nuestro hijo quiera o se le ocurra, y ellos se han aliado con los abuelos y tíos sin hijos para lograr lo que desean, sin mayor dificultad. Son pequeños dictadores no acostumbrados a oír un NO, expertos en manipulación, drama y en posar para una foto, sin importar dónde estén.

Cuando era pequeña me daban muchos gustos pero no recuerdo jamás que el día a día de mis papás girara en función de mi diversión, entretenimiento y mucho menos querer. Si mis padres tenían que ir al banco, donde el contador, a hacer mercado, reclamar la pensión de la abuela y demás ¨diligencias o vueltas¨, a uno le tocaba aguantarse el día sin decir nada. El restaurante no lo elegía yo ni mi hermano menor y mucho menos el destino de las vacaciones o el canal de televisión. Me abrían los ojos y me fruncían fuertemente el ceño si no agradecía o si no pedía amablemente favores, y no por ello estoy traumada o he sido infeliz.

En cambio ahora, los papás vivimos planeando qué hacer los sábados y los domingos, en función de alegrar y complacer a los niños, entonces nos metemos a hacer la fila de 8 horas en Divercity; reservamos con 45 días de anticipación para ver los Cuentos de Rafael Pombo en Gaira, aunque en ellos un desayuno cueste lo mismo que el recibo del agua; nos volvemos amantes del pic-nic, solo para llevar al niño al parque; y, le dejamos nuestro sueldito a Andrés Jaramillo, cada domingo en su muy modesto restaurante con tal de tomarle la foto al niño con la cara pintada.

Creo sinceramente que nos hemos centrado en analizar una y mil veces las bondades de la leche materna, en leer sobre cómo manejar la frustración en los bebés, en armarles una dieta balanceada sin gluten y con productos orgánicos; en satanizar el uso del IPAD, en descubrir cómo mejorar el sueño de los menores o en escribir o leer  sobre nuestros sentimientos de padres,  pero en tanta pendejadita múltiple, se nos ha olvidado enfatizar en lo más simple y fundamental de todo, los buenos modales! La educación!

Por educación no hablo solamente de revisar todos los rankings de jardines y colegios para elegir el de mejor reputación o puntaje (cueste lo que cueste), a meterlos a cursos de idiomas y mil deportes, a llevarlos de gira por el mundo para culturizarlos desde el primer mes de vida, sino también a retomar la urbanidad y los valores que incluso en nuestras generaciones ya se empezaron a olvidar. Si usted ve Masterchef Junior, puede percatarse fácilmente que hay niños desde los 8 años, altaneros con sus compañeros, que gritan si no se hace los que creen correcto, que lloran ante la más mínima contrariedad y personalmente creo que es porque los papás nos hemos esforzado por hacerles creer que son príncipes y princesas que deben vivir en una urna de cristal, con mayordomo y ama de llaves y un presupuesto inagotable. Tengo clientes con niños en el Nueva Granada y clases de Golf en las tardes pero demandados para restituir el inmueble que habitan y cuyo arriendo no pagan hace 2 años!

No digo que no hayan mil temas de crianza importantes para leer, que el mundo ha evolucionado y que la mayoría de los padres sólo queremos lo mejor para nuestros hijos, pero parte de darles bienestar es también enseñarles que no están solos en la vida y que su contexto o alrededor merecen respeto y consideración, tanto como ellos lo exigen.

Es importante enseñarles que para comprar juguetes, ir a parques, visitar sus restaurantes favoritos, se necesita trabajar y obtener una remuneración, que el dinero no surge espontáneamente y que los cajeros automáticos no son la lámpara mágica de Aladino.

Pero para ello, empecemos desde el ejemplo, desde nosotros mismos, desde nuestra forma de actuar y de reaccionar. Si alguien mira fijamente a su hijo cuando el niño hace un berrinche y le pega a las sillas, no se ponga bravo! La persona tiene razón en mirar con asombro, su hijo está teniendo un comportamiento inadecuado y usted debe reconocerlo, corregirlo y evitar que se vuelva a presentar. No reaccione también usted con un berrinche. Aprenda a aceptar la crítica a sus hijos.
Si su adolescente consume pegante en el colegio, se huele el extinguidor o se inyecta el liquid paper, no es sólo culpa del colegio! Es que su muchacho tiene una conducta gravemente equivocada y en vez de demandar al Distrito, usted debe correr a atender dicha conducta lo antes posible, examinar su hogar, estudiar su conducta y la de su esposo para ver si ello ha influido.
Si su hijo atropella a un peatón por manejar borracho o robarse el carro sin  tener aún licencia, la víctima es el atropellado, no su chiquito que es atacado por los medios de comunicación! Quítele las llaves del carro y repréndalo por irresponsable, pero no se ensañe con el locutor que lo entreviste, con el Alcalde ni con Santos, no pretenda echarle la culpa a la televisión o el internet, pero sí tenga en cuenta que usted jamás podrá coger un carro si ha tomado.

Enséñele a sus hijos que los meseros de un restaurante le llevan el plato de comida a su mesa pero no son esclavos, precisamente, ejercen un oficio que debe agradecerse. Que a las empleadas domésticas no se les grita, que los porteros cuidan su casa y no se les debe subestimar;  que los profesores no son sus guardianes ni mucho menos sus ángeles de la guarda, por tanto, no son responsables de sus actuaciones; que las personas que les rodeamos no tenemos que aguantar sus gritos y que no hay nada más mágico y enriquecedor que decir gracias y porfavor!

Pero enseñe desde su propio comportamiento. No sea guache, no haga mala cara porque sí, piense en los demás, no se centre en sus propias necesidades pasando por encima de los otros. No culpe a los demás por lo que le pasa. No busque responsables de las desgracias auto-causadas. Entienda que es más importante que su hijo sea un caballero y su hija una damita, solidarios, cooperadores y educados a que sean los reyes de la fiesta de cumpleaños!


PORFAVOR CAMBIE SU CARA DE OJETE, SONRIA Y SEA CORDIAL! SE LO AGRADECEREMOS!

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